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—Lorena, ¡maldita sea!, contesta el teléfono.

Ella tampoco aparecía, misteriosamente no había rastros de su prima, ni de los objetos personales de su hermano. Le habían hablado de una tal Alana, como dijo su prima, pero esta había salido fuera del país, como el mismo mando a comprobar con migraciones.

—¿Qué sucede, Frederick?

—Lorena, no contesta el teléfono, espero que esté buscando a mi hermano, porque no tengo cabeza para lidiar con otros problemas más.

—Qué extraño, deja que la busco en su departamento yo mismo, tu tranquilo —exclamaba, con un tono de preocupación que distaba años luz de serlo. Pero la realidad era otra.

Una vez pisado el edificio donde vivía Lorena, se encontró con el personal de seguridad que lo dejara entrar sin problemas. Una vez dentro, abrió la puerta sin ninguna traba, encontrándose con dos hombres que él había contratado y una enfermera.

—¿Cómo va todo?

—Todo bien, le estamos aplicando los sedantes. Cada cierto tiempo, tal cual le indiqué, hay momentos de
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