CAPÍTULO 29. Una revelación peligrosa
CAPÍTULO 29. Una revelación peligrosa
Henry apretó el cuaderno con tanta fuerza que los bordes se hundieron entre sus dedos. Era como si, estrujándolo, pudiera sacar también el dolor que le había atravesado el pecho al leer esas palabras. No podía creer que fueran ciertas, porque era como echarse a los hombros una condena más… pero solo había una forma de averiguarlo.
Se lanzó por las llaves del auto y bajó al estacionamiento arrastrando los pies, con la cabeza dando vueltas, y el corazón martillando con cada paso. Cuando se sentó tras el volante, el mareo lo golpeó con fuerza, las manos le temblaban, y por un instante pensó que la resaca le pasaría factura. Pero la impotencia y la necesidad de saber eran más feroces, así que sacó el teléfono y marcó el número de Camilo sin pensarlo dos veces.
“¿Henry?” La voz de su amigo sonó un poco espantada y otro poco preocupada. “¿Qué pasó? ¿Ya te echaron de casa?”
—No, Camilo… —dijo Henry, intentando sonar firme, aunque su voz temblaba—. Vuelve