CAPÍTULO 22. Incómodas verdades
CAPÍTULO 22. Incómodas verdades
Henry necesitaba aire, necesitaba escapar del silencio pesado de la mansión y de la sonrisa complaciente de Julie Ann que lo perseguía como un fantasma persistente. Así que condujo hasta aquel bar para encontrarse con su mejor amigo de toda la vida, Camilo.
Hacía demasiado tiempo que no se veían, y el reencuentro se sintió raro, como si el tiempo hubiera levantado muros entre ellos.
Camilo lo abrazó fuerte, con ese estilo directo y un poco rudo que siempre lo caracterizaba, porque era de los que no tenían pelos en la lengua para cantar las cosas y esa era la razón principal por la que había preferido guardar la distancia del drama de Henry en su momento.
—¡Milagrosos los ojos que te ve, idiota! —exclamó, alzando la voz por encima de la música—. No sabía de ti desde el desastre de tu matrimonio y eso fue hace dos años.
Henry soltó una media sonrisa amarga.
—Sí, bueno… me imagino que ya sabes cómo terminó.
Camilo le palmeó la espalda y le paso un vaso de