CLARIS:
El crujido de ramas secas me alertó. Varias figuras emergieron de la niebla; a simple vista parecían ancianas humanas inofensivas, pero sus ojos iluminados contaban otra historia. —No te muevas, Claris —me advirtió Lúmina—. Estas son peores que las Moiras. —¿Quiénes son? —Me abracé al árbol, deseando fundirme con su tronco. —Son el motivo por el que la Diosa Luna nos hace nacer humanas y nos esconde entre ellos hasta los veinticinco años, cuando me vuelvo poderosa y no pueden robar mi poder —explicó en mi mente. —Tenemos que evitar que nos descubran o nunca más volveremos a ver a Clara y a mamá. Harán que las atraigamos con llamadas de auxilio para robarles a ellas también el poder. Mantente pegada al árbol; veré qué puedo hacer. —Las Moiras dijeron que la sintieron aquí —dijo una que arrastraba el cabello tras ella con un enorme bastón—. Tenemos que encontrarla; solo nos quedan dos años para lograr nuestro objetivo