KIERAN:
Levanté la vista hacia las tres lobas, cuyas energías ahora se agitaban en un crescendo de luz y poder. Entendí en ese momento que el tiempo se estaba agotando. La barrera no solo estaba cediendo, estaba cayendo. Y yo era el único que podía detenerlo.
El cielo se iluminó aún más, dejando solo una opción delante de mí. No podía huir. No podía detener aquello que ya estaba en movimiento. Todas las respuestas estaban al otro lado de la barrera, y yo era la llave que debía abrirlas. O tal vez cerrarlas para siempre. Cerré el libro de golpe, entregándolo al brujo Marcus para ayudar a las tres lobas lunares; no era el momento de quedarnos expuestos. Justo en ese momento, mis gemelos vinieron corriendo a mi encuentro. —Papá, tienes que ayudar a mamá —gritaron de pronto, tirando de mí por las manos