CLARIS:
Me quedé dormida abrazada a mis dos bebés, que no se desprendían de mi lado, como si temieran que yo desapareciera. Estaba realmente agotada. Kieran se había ido y, desde donde estaba, podía escuchar los gruñidos y las voces airadas provenientes del despacho. Clara vino y se acostó abrazada a mí, asustada.
El amanecer me despertó al sentir a los niños jugando a mis pies sin bajarse de la cama. Corrieron a abrazarme al ver que abría los ojos. —Mamá, tenemos hambre —dijeron los dos. —De acuerdo, vamos a lavarnos e iremos. Clara, despiértate, tenemos que bajar a comer —la llamé, viendo su vientre iluminado y el mío también. No dije nada; estaba consciente de que era un ser sobrenatural y que nada debía extrañarme. Al aparecer con los niños en la cocina, me detuve al ver la