381. EL ATAQUE DE LOS HUMANOS
KIERAN:
El bosque se cernía sobre nosotros como un manto de sombras mientras avanzábamos. Podía sentir la tensión en cada músculo de mi cuerpo, y Atka rugía dentro de mí, dividido entre el deber y el deseo de ir tras ellas. Los aullidos de la manada se intensificaban con cada paso que dábamos.
—¡Por aquí! —gritó Fenris, detectando un rastro fresco.
El aire estaba cargado de magia antigua; podía sentirla cosquilleando en mi piel como pequeñas descargas eléctricas. Algo o alguien estaba manipulando las energías del bosque, y la manada lo había percibido antes que nosotros.
—Rafe, toma el flanco este —ordené sin detenerme—. Que nadie se separe demasiado.
Los árboles parecían susurrar advertencias mientras nos acercábamos al centro del territorio. Las estrellas continuaban danzando de forma antinatural sobre nuestras cabezas, como si el mismo cielo quisiera alertarnos del peligro que nos aguardaba.
Atka gruñó dentro de mí, y pude sentir cómo sus garras arañaban mi interior, dese