RAFE:
Bombeaba con todas mis fuerzas en el interior de mi esposa. Mi lobo había marcado a su loba Atenea, y ahora yo lo estaba haciendo con su humana, Elena. Esta vez, debíamos, como los guardianes que éramos, cuidar de todos. Sin embargo, seguía teniendo una sensación extraña que no comprendía. Por momentos sentíamos que su olor cambiaba, y eso me tenía confundido. Debíamos estar felices, eufóricos, sin embargo, no lo estábamos.
Cuando al fin nuestros cuerpos cayeron exhaustos, uno al lado del otro en mi cama, resoplé, sentándome en el borde y encendiendo un cigarrillo, un mal hábito que había adquirido de los humanos. —Ahora inicia, dime todo. ¿Qué fue lo que hiciste en el cielo para que tus compañeras te hayan perseguido hasta la Tierra y te hayan impedido cumplir tu misión? —pregunté, convencido de que era eso. Elena se sentó a mi lado envuelta en la sábana, con su hermoso cabello suelto por primera vez. Siempre lo traí