KIERAN:
Escuché los pasos de las tres humanas bajar despacio las escaleras hasta que se detuvieron delante de mi despacho. Había preferido enfrentarlas solo. Había muchas cosas que aclarar con ellas tres. Me había convencido de que guardaban secretos que podrían resolver muchas cosas. Al fin se atrevieron a tocar y las mandé entrar después de sentarme tras mi escritorio.
—Señor Kieran, ya estamos aquí —dijo Lina, la mayor y la más decidida de las tres—. Pero antes de pasar a hablar de trabajo, debemos hablar de otra cosa con usted.Las miré sin responder; estaban visiblemente nerviosas por el modo en que sus manos se aferraban a las carpetas que tenían en las piernas y de cómo Ángel sostenía a su pequeña hija.—Nosotras, como sabe, tenemos un hermano —inició al fin a hablar Lina—. Pero debe saber que no estam