325. UN DESEO INCONTROLABLE
ANGELA:
Salí corriendo del despacho como si escapara. No me reconocía; jamás en mi vida había sido impulsiva; pensaba muy bien las cosas antes de hacerlas. Pero esto que acababa de hacer era la primera vez, y lo peor de todo era que no me arrepentía; al contrario, quería más de él, del placer que me daba, de ese salvajismo que me hacía explotar a su antojo.
Vi a mi hermana mayor, Lina, mirarme sin decir nada; solo se apartó para que me introdujera en mi habitación, donde mi gemela, Ángel, jugaba con su hija. Tampoco dijo nada, aunque mi estado decía mucho que expresar. Me dirigí directa al baño, metiéndome debajo de la ducha, dejando que el chorro de agua fría se deslizara por mi piel, aún estremecida ante el recuerdo de sus manos en mí. Era como una droga para mí: su cuerpo, sus labios, la manera en que me poseía. Me hacía desearlo sin poder retener el impulso de correr hacia él.
Mientras el agua corría, mi mente viajaba de nuevo al momento en que todo parecía confluir en un torrente