KIERAN:
Miré a Sarah, que estaba concentrada en observar a Elena alejarse riendo con las pequeñas mientras conversaba con ellas.
—¿Tienen hambre, mis niñas? —le preguntó la nana, agachándose a su altura—. He preparado un estofado especial y hay pastel de chocolate de postre. —¡Sí! —gritaron las gemelas al unísono, olvidando por completo la tensión anterior, junto a los gemelos que no soltaban a Claris. Elena las seguía despacio, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano. La vi dudar un momento antes de seguir a sus hijas, que ya entraban al comedor tomadas de la mano de la nana. Se giró un instante y se acercó a mí. —Una cena no significa que acepte quedarme —murmuró cuando estuvo delante de mí—. Pero... gracias por ayudar a Clara. Y pensaré en