KIERAN:
No sabría decir si eran las Lobas Lunares, pero sí tenían una energía mística divina. Miré a mi Beta, que esperaba ansiosamente mi respuesta, y me encogí de hombros.
—Tienen energía divina, pero no puedo estar seguro de si son ellas; para confirmarlo tendría que despertar esa energía, y ya sabes lo que sucedería. Pero vamos a quitarle esa marca en la mano a la pequeña, es quien la tiene así de enferma —dije, extendiendo la mano hacia la niña, pero la otra me detuvo. —¿Qué le va a hacer? Un hombre malo le tomó la mano y mi hermanita enfermó —dijo asustada. La miré. Apenas debía tener tres años, ¿cómo podía ser tan sabia y hablar como un adulto? —Le quitaré esa marca que el malo le puso para que se ponga bien —le coKIERAN:Miré a Sarah, que estaba concentrada en observar a Elena alejarse riendo con las pequeñas mientras conversaba con ellas. —¿Tienen hambre, mis niñas? —le preguntó la nana, agachándose a su altura—. He preparado un estofado especial y hay pastel de chocolate de postre. —¡Sí! —gritaron las gemelas al unísono, olvidando por completo la tensión anterior, junto a los gemelos que no soltaban a Claris. Elena las seguía despacio, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano. La vi dudar un momento antes de seguir a sus hijas, que ya entraban al comedor tomadas de la mano de la nana. Se giró un instante y se acercó a mí. —Una cena no significa que acepte quedarme —murmuró cuando estuvo delante de mí—. Pero... gracias por ayudar a Clara. Y pensaré en
KIERAN:Angela cruzó las piernas, haciendo un gesto nervioso con las manos, mientras Lina mantenía el rostro inexpresivo. No hablaban de inmediato, y sus ojos viajaban en silencio por la habitación, como si evaluaran cada rincón antes de responderme. —Recuerdos fragmentados —comenzó Angela finalmente, sin dejar de mirarme—. No es que no queramos recordarlo, pero es como si nuestra mente... ¿cómo decirlo? Estuviera nublada. Hay cosas que sabemos que pasaron, pero se sienten tan lejanas, como si no pertenecieran a nosotras. Fenris, que había permanecido en una esquina del despacho como un espectador silencioso, cruzó los brazos y me lanzó una mirada significativa. Estaba pensando lo mismo que yo. —¿Y Clara Eliza? —pregunté, manteniendo la mirada fija en Angela, cuyo nerviosismo ahora era más evidente.
FENRIS:Estaba sumido en una inseguridad y confusión que nunca había sentido en todos mis años. Confiaba ciegamente en mi Alfa y nunca había puesto en duda lo que me decía. Sin embargo, los últimos años me estaban volviendo loco. Primero, fue su desesperación y agonía al asegurar que habíamos viajado al pasado. No lo contradije, porque si él lo decía, para mí era cierto.Luego, cuando aparecieron las humanas, casi me convenció de que eran nuestras parejas destinadas, y me dejé llevar. Clara Eliza es tan bella, noble, cariñosa, sincera y honesta que encarnaba todo lo que yo esperaba de una pareja. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que no lo son. Estaban hechizadas y, aunque tenían otra apariencia, seguían siendo hermosas a mis ojos.Además, estaba la bella Liz; esa niña me había robado el corazón. Cada
ALFA KIERAN THERON:El olor me golpeó como una descarga eléctrica, enviando escalofríos por mi columna vertebral. Mi piel se erizó al reconocerlo: era mi propia esencia, pero más dulce, más intensa, entrelazada con algo más que no podía identificar. Imposible. Esto solo ocurría cuando... ¡No! Después de cientos de años esperando, ¿por qué ahora? Mis músculos se tensaron por instinto y, antes de poder procesarlo conscientemente, ya estaba corriendo. El aroma me guió más allá de los límites de la manada, hacia una vieja casa de piedra y madera en las afueras del pueblo. El edificio, rodeado de pinos centenarios, había sido ocupado recientemente por tres humanas. Podía oler sus esencias entremezcladas con el aroma a pintura fresca y cajas de cartón. Mi lobo Atka se agitaba en mi interior, desesperado por irrumpir en la casa, pero tres siglos de control me mantuvieron anclado al suelo. No podía simplemente entrar y asustar a los humanos. ¿Cómo era posible que mi esencia estuviera allí?
CLARIS: Las náuseas me asaltaron de nuevo mientras organizaba los documentos en mi escritorio. Era la tercera vez en la mañana y ya no podía disimular. Corrí hacia el baño, sintiendo la penetrante mirada de mi jefe siguiendo cada uno de mis movimientos. Al pasar junto a él, pude ver cómo arrugaba su nariz con ese gesto de disgusto que tanto lo caracterizaba.Después de tres meses trabajando en este pueblo perdido, conocía bien esa expresión. El señor Kieran Thorne, un hombre huraño de rutinas y cualquier alteración lo perturbaba visiblemente.—Necesito salir temprano hoy —anuncié cuando regresé, limpiándome discretamente el sudor de mi frente—. Tengo una cita médica. Él apenas levantó la vista de sus papeles, pero pude notar cómo sus hombros se tensaban. Después de un silencio que pareció eterno, asintió secamente. Caminé presurosa mirando mi reloj con miedo de demorarme demasiado. Mientras esperaba, suspiré pensando en que no era tiempo para enfermarme ahora. Mi madre y mi pobre h
KIERAN THORNE:Observé cómo mi asistente tomaba sus cosas y se alejaba rumbo a su vieja camioneta. La contemplé desde mi ventana, admirando su extraordinaria belleza y el aura de vitalidad que emanaba. Mi lobo Atka gruñía en mi interior, todavía sin querer aceptar que esa humana hubiera rechazado nuestro ofrecimiento de llevarla a su casa. Soy el Alfa, nadie me rechaza jamás. Pero había algo en ella que me inquietaba. Mientras su destartalado vehículo se alejaba, hice una nota mental: debía proporcionarle un auto mejor y más seguro.El sonido de la puerta interrumpió mis pensamientos. Me giré después de dar una última mirada a la camioneta que desaparecía en la distancia.—Mi Alfa, tu primo Gael está afuera, bastante alterado —informó Fenris, mi Beta, con expresión preocupada—. Me pidió estar presente en lo que describe como una reunión de la más alta importancia y confidencialidad. ¿Tienes idea de qué se trata?—Hazlo pasar y cierra la puerta —respondí, dejándome caer en el sillón tr
CLARIS:Salí de la oficina casi corriendo, no sé. Había algo en la mirada de mi jefe que me hizo temer. Ahora entendía porque nadie quería trabajar con él y como muchas mujeres antes de mí habían renunciado a ese puesto. Kieran Thorne era, sin duda, un hombre extraordinariamente atractivo, el tipo de ejemplar que raramente se encuentra en la vida. Alto, probablemente rozando el metro noventa, con un físico que parecía esculpido por los dioses: hombros anchos, cintura estrecha y músculos definidos que se marcaban incluso bajo sus impecables trajes de diseñador. Su rostro lo enmarcaba una mandíbula fuerte y definida, labios carnosos que rara vez sonreían, y una nariz recta que le daba un aire aristocrático. El cabello negro que llebaba siempre perfectamente peinado hacia atrás, dejaba al descubierto una frente amplia y unas cejas expresivas que acentuaban la intensidad de su mirada. Pero eran sus ojos los que verdaderamente me perturbaban. De un gris acerado que parecía cambiar de to
KIERAN:Me había quedado en mi despacho después de que mi Beta y mi primo se retiraran sin que hubiéramos llegado a un acuerdo. La voz de mi lobo Atka me sacó de mis enmarañados pensamientos cuando intentaba encontrar una solución.—Kieran, creo que nuestra humana tiene problemas —me sorprendió escucharle referirse así a ella.—¿Nuestra? Atka, sé que quizás llegue a ser la madre subrogada de nuestros cachorros, pero eso no la hace nuestra —aclaré mientras me ponía de pie. A pesar de no tener ningún vínculo establecido con Claris, podía sentir su miedo con una intensidad desconcertante. —Vamos a ver qué le sucede, y sobre todo, averigüemos de quién es ese aullido que estoy escuchando.Salí del edificio con paso firme, ignorando las miradas curiosas de mis empleados. El aroma del miedo de Claris era cada vez más fuerte, mezclado con algo más... La preocupación se instaló en mi pecho mientras aceleraba el paso hacia mi automóvil.—Es débil, está asustada y necesita protección —insistió A