CLARIS:
Reía en brazos de Kieran, quien había resultado ser una compañía inigualable. No quedaba de él nada del hombre que entró en la sala de conferencias y que parecía odiar a todos en la primera ocasión en que lo vi. En su lugar, tenía ante mí a un hombre capaz de adivinar cada uno de mis deseos más íntimos y de complacerme. Eso me llevaba a querer desearlo más y más, despertando en mí los instintos más primitivos y haciéndome sentir amada.
Éramos dos desconocidos que parecían haber vivido toda una vida conectados por algo que iba más allá de nuestro entendimiento. A través de su mirada, podía ver que le había impresionado y que, en verdad, le gustaba como mujer; lo único que me molestaba era su actitud posesiva. El tiempo transcurrió como un suspiro mientras nos perdíamos en nuestra burbuja, alejados de las preocupaciones del mundo exterior. Kieran, con su mirada intensa y cautivadora, parecía entender cada uno de mis pensamientos incluso antes de que pudiera ar