CLARIS:
Atenea me miraba con desconcierto, su mirada dorada escrutando todo a nuestro alrededor como si cada parte de la escena fuera un fragmento que necesitaba descifrar. Su resplandor lunar iluminaba la superficie sobre la que flotábamos, haciendo que la barrera vibrara en tonos aún más intensos. La tensión en su mirada inquisitiva no soltaba la mía, y el vacío de respuestas era como una sombra que no podía evitar.
Ella era la loba lunar guardiana, la que debía saberlo todo, pero lo había olvidado. Ese hecho me inquietaba; Atenea estaba perdida, entonces realmente estaba sola en esto. Tantas preguntas vibraban en el aire alrededor de nosotras que apenas podía respirar. El miedo crecía como un fuego en mi interior al ver su reacción, y no podía negarlo. Era el caos que yo misma había desatado: divino, temible e irreversible.—No sé qu&ea