KIERAN:
Mis caninos surgieron como eco de ese reclamo, un instinto que respondía al primitivo desafío que Claris estaba lanzando con cada respiro quebrado, con cada arqueo de su cuerpo que rogaba rebelarse y someterse al mismo tiempo. No había control, solo puro instinto. Era salvaje como ella, como yo, como los lobos que rugían desde dentro, ansiosos por completar lo que había comenzado en el momento en que nuestras miradas se encontraron por primera vez. —Mi Alfa… ahora —repitió, con furia y devoción. Me impulsé con todas mis fuerzas mientras mis colmillos recorrían su clavícula, dejando un rastro de sangre. Nuestras almas se encendieron como un incendio voraz mientras los cuerpos chocaban como olas contra un acantilado, con una fuerza demoledora, implacables, imparables. No se trataba solo de deseo, aunque ese fuego nos consumía. Era much