Hizo una breve pausa y su mirada se endureció con una resolución que se hizo aún más evidente y determinada.
—No puedo fallarle a la Diosa Luna, Fenris —dijo con firmeza—. No como lo hizo nuestra madre y guardiana Elena. Ella decidió no cumplir como debía, siguió sus propios deseos y olvidó la responsabilidad que tenía sobre sus hombros y ya viste lo que ocasionó. No me pidas que haga lo mismo. Todo lo que decía era cierto. La responsabilidad, el deber y el sacrificio se entrelazaban dolorosamente con el amor. Yo la comprendía; era un Beta destinado a poner todo lo del Alfa y la manada por encima de mis propios deseos. —Clara… —susurré mientras buscaba una forma de hacer que entendiera el riesgo al que se enfrentaba. —Fenris —me interrump