A pesar de que se encuentran en horas de la tarde, el aire en la sala del juzgado se siente denso y extremadamente frío, cargado de expectación. Todos esperan en silencio la llegada del juez. Arman revisa por enésima vez los documentos ubicados con sumo cuidado dentro de las carpetas que se encuentran sobre la mesa frente a él, asegurándose de que cada prueba, cada testimonio y cada argumento estén en su lugar. Hoy no se basará solo en palabras: las pruebas físicas serán su mejor arma para acabar con todo esto. Además, cuentan con un as bajo la manga, una jugada definitiva que garantizará la sentencia de Nikolay y Lena.
La puerta del fondo se abre, y el sonido de pasos acompaña la entrada de los guardias custodios que escoltan a los acusados hasta su mesa. Nikolay camina con el ceño fruncido, su mandíbula tensa y los ojos oscuros clavados en un punto indefinido. A su lado, Lena avanza con la cabeza en alto, pero lo que llama la atención de todos es su atuendo. Su traje de reclusa, se