C7: ¿Será la pareja del Gran Alfa?

Cuando Askeladd dio la orden, Ragnar no formuló ninguna pregunta. Sabía que, cuando el Rey Alfa hablaba, su voz era ley. Askeladd no toleraba la réplica, y Ragnar, aunque de fuerte carácter, entendía perfectamente su lugar. Además, desconocía por completo el contexto de la situación: no sabía quién era la hembra, por qué se encontraba en ese estado deplorable ni qué papel jugaba en los designios de su rey. Así que, sin titubear, acató la instrucción.

Ordenó entonces a un grupo de sirvientas confiables que se encargaran de ella. Eran cuatro lobas jóvenes las que rodearon a Azucena como si se tratase de un animal herido al que debían purificar.

La condujeron al interior del pabellón secundario, donde se alzaba una tina profunda de madera de pino, perfumada con aceites suaves y pétalos marchitos. El agua estaba tibia, lo suficiente como para quitarle el temblor de los huesos.

Las sirvientas la desnudaron con delicadeza, obedeciendo una regla tácita: no le estaba permitido hablar con ella
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