75. CONTINUACIÓN
Mi abuela se queda observando a Henry unos segundos, esos instantes de tensión que solo ella sabe provocar con su mirada. Finalmente, esboza una pequeña sonrisa y asiente, como si su aprobación estuviera sellada en ese gesto. Henry, por supuesto, no lo menciona, pero se le siente el alivio en los hombros. Solo alguien que ha conocido a mi abuela sabe lo importante que es ese reconocimiento.
—Pues entonces, cuídala como se merece, hijo. Porque lo que uno quiere, se cuida. ¿Está claro? —le dice mi abuela con ese tono firme pero cariñoso que no admite discusión—. Yo sé todo lo que ella te ha esperado. Quiero pensar que la vas a hacer muy feliz y que le vas a pagar con creces ese tiempo que no estuviste.
—Sí, señora, seguro. Haré a mi Lúa la mujer más feliz del mundo. La amo más que a nada —responde Henry muy serio—. Lúa es lo mejor que me ha pasado.
No puedo evitar sonreír. Incluso yo, atrapada en mis propios líos, reconozco ese tipo de amor en sus ojos. Suspiro apenas perceptiblem