44. EL RESTAURANTE
Habla sin parar el señor Leonard, pero yo solo tengo mi mente en una cosa: descifrar de dónde salió ese olor que tiene mi jefe hoy. Es algo que roba toda mi concentración por lo que significa para mí. Era imposible que fuera el mismo aroma que recordaba.
—Señorita Clío... señorita Clío... —me llama mi jefe porque no había respondido a lo que me había preguntado.
—Oh, disculpe, estaba pensando, señor, no lo escuché. Dígame, ¿qué me decía? —giré la cabeza para verlo.
—Me doy cuenta de que algo le preocupa; si la puedo ayudar, solo tiene que pedirlo —dijo amablemente.
—No, señor, está bien. ¿Qué me decía? —pregunté apenada.
—Le preguntaba, si no le gustaba la comida japonesa, podríamos ir a otro lugar después —dijo amablemente, con el ceño fruncido que denotaba su preocupación.
El aroma persistía, evocando recuerdos dispersos de aquello que una vez fue. Había algo en él que lo hacía inconfundible, y mi corazón se aceleraba con cada inhalación. Era un recordatorio de viejos tiempos, de so