235. ENCERRADAS EN CASA
Lúa torció los labios en una expresión de fastidio, pero no dijo nada. Sabía que Henry tenía razón, aunque detestaba la idea de sentirse atrapada. Así era ella, un espíritu rebelde que odiaba las cadenas, incluso si estas eran colocadas por amor.
—Henry, no soy imprudente —respondió finalmente—. Solo estoy diciendo que no podemos quedarnos aquí esperando. Si aparecen, necesito saber que haré algo para protegerlos.
Él la miró con amor. Me quedé observando a la pareja en silencio. Era una conexión única, tan fuerte que podía percibirse incluso en los momentos de silencio entre ellos. Aunque intentaba mantener un tono calmado, Henry no podía ocultar su preocupación.
—Lúa, protegernos a todos no significa correr riesgos innecesarios —quería que cada palabra se incrustara en su conciencia. Luego acarició el vientre de Lúa con miedo y amor—. Todo lo que hacemos ahora es por nuestro hijo. Si algo te pasa, ¿quién crees que cargará con todo? ¡No quiero perderlo, amor! Quédate aquí tranqu