234. CONTINUACIÓN
David seguía distraído ajustando unas configuraciones en el panel, no tarda en alzar la mirada en su dirección; su sonrisa es serena.
—Somos discretos, Susan —responde a la pregunta con firmeza—. Pero también metódicos. Aprendimos del mejor.
—¿De tu padre? —pregunta Susan, sin titubear. —¿Pero no era cineasta lo que hacía? ¿Cómo resulta que ahora es un ingeniero genio?
—No, señor, los estudios solamente son para confundir; nuestro verdadero trabajo es otro, tanto el de mi padre como el nuestro —intervengo, notando que el tono altivo de mi hermano no está ayudando. Miro a Susan directamente, tratando de calmar las dudas que claramente hieren su confianza—. Mi papá tenía una habilidad única: sabía cómo adelantarse a los demás. Aunque sí es verdad que nos gusta hacer películas, es nuestro entretenimiento favorito, al igual que el de nuestros padres.
Miro de reojo a David, quien parece más interesado en los diagramas que parpadean en la pantalla que en la conversación. Pero, a dif