Mis manos, que había mantenido firmes a los costados, comenzaron a temblar. Sabía que tenía razón, aunque aceptarlo me costara más de lo que estaba dispuesta a admitir. Una parte de mí quería huir, escapar con Alan a un lugar donde nadie pudiera encontrarnos, pero sabía que eso no resolvería nada.
Leonard endureció su expresión al escuchar mis palabras, aunque algo en sus ojos delataba una mezcla de dolor y obstinación que no podía ignorar. Durante unos segundos, el silencio entre nosotros fue tan denso que podía sentir el peso de cada respiración. Finalmente, habló. Me quedé en silencio, viéndolo, tratando de procesar lo que acababa de decir. Quería creerle, de verdad quería hacerlo, pero las cicatrices de lo vivido seguían frescas, como recordatorios dolorosos de que nada era tan simple. A pesar de es