Mundo ficciónIniciar sesiónLas horas se arrastraban con la lentitud cruel del tiempo cuando cada segundo importa pero ninguno trae respuestas. Catalina permanecía en la silla junto a la cama de Laurent, sus dedos entrelazados con los de él, observando el subir y bajar mecánico de su pecho mientras las máquinas continuaban su coro monótono de pitidos y zumbidos.
Había intentado limpiar la sangre de sus manos, pero manchas oscuras permanecían bajo sus uñas, recordatorios persistentes de cuán cerca había estado de perderlo. Su ropa todavía estaba empapada, pegajosa y fría contra su piel, pero no podía obligarse a moverse lo suficiente como para cambiarse. Como si el acto mismo de dejarlo, incluso por cinco minutos, pudiera romper el hilo frágil que lo mantenía atado a l







