Mundo ficciónIniciar sesiónLa luz del atardecer entraba por las ventanas emplomadas de los aposentos de Catalina mientras un ejército de sirvientas se movía a su alrededor como hormigas en una colonia perfectamente organizada. Una sujetaba mechones de su cabello mientras otra trabajaba con la plancha caliente, otra más esperaba con horquillas entre los dientes, lista para asegurar cada onda en su lugar exacto.
La reina Margot supervisaba desde su posición junto al tocador, sus ojos de halcón no perdiendo ningún detalle.
—Más altura en la corona—, ordenó, señalando el peinado elaborado que había tomado dos horas crear—. Y ese broche está torcido. ¿Son ciegas todas?
Las sirvientas se apresuraron a corregir imperfecciones que Catalina no podía ver. Observó su reflejo en el espejo: el vestido era de seda color champagne con bordados de perlas que pesaban tanto que sus hombros ya







