Capítulo 118.

POV Valeria.

El hospital olía a desinfectante, a miedo, a noches interminables. El ruido metálico de las camillas rodando, los pitidos constantes de los monitores y el murmullo de voces apresuradas me envolvían como si estuviera atrapada en un sueño del que no podía despertar. Adrián me empujaba en la silla de ruedas, con el gesto firme, pero con los ojos enrojecidos de cansancio.

—Primero tú, Valeria —dijo con voz grave, sin aceptar discusión—. Armando está en observación. Te necesito fuerte para lo que viene.

Quise replicar, decirle que lo único que quería era correr hacia Armando, pero el cuerpo no me respondía. El cansancio me pesaba como cadenas y la garganta me ardía de tanta sed.

Me instalaron en un consultorio frío, con paredes blancas que parecían cerrarse sobre mí. La enfermera, amable pero mecánica, me colocó un suero. El líquido descendía gota a gota, recorriendo mi vena como un río helado. El médico revisaba mis signos vitales.

—Deshidratación severa, varios hematomas —di
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