AURA.
La semana pasa volando, consumida por la frenética carrera. Tuve que lidiar con la furia silenciosa de Lyam, quien me exigió explicaciones que no le di; simplemente le aseguré que Jones era un maniático protector de las mujeres. Pasé el resto de mis horas puliendo la propuesta del "Ancla Anual" y escribiendo el artículo inicial sobre El Perfume del Villano. Mi mente estaba, sin embargo, fija en la cita con Christopher Jones en su casa.
Verónica, su asistente, me envió un correo electrónico profesional y glacial con la hora exacta y la dirección de la mansión. No había margen para errores.
Ahora, es el día.
Entro en la habitación de Lily. Mi hermana está en su cama, con el yeso inmovilizando su pie, leyendo una novela de fantasía. El sol entra por la ventana, dándole un aire de paz a la habitación que necesito desesperadamente absorber.
Tengo un desfile de vestidos sobre la cama, algo que no hago desde la universidad. El negro de corte recto, el rojo vibrante, el gris perla.
— Li