AURA.
Christopher Jones no espera mi respuesta, ni la de Lyam. Después de soltar la amenaza y la promesa, se gira y da dos pasos. Se detiene y me mira por encima del hombro, su voz es una invitación que se siente como una orden imposible de rechazar.
— Venga conmigo, Señorita Stone.
Me quedo paralizada. Dejar a Lyam, en ese estado de humillación furiosa, sería el final de nuestra relación. Pero verlo ahora, después de sus comentarios pasivo-agresivos y de la forma en que intentó retenerme, me resulta insoportable. Mi amor por Lyam es una cosa; mi necesidad de escapar de esta tensión y seguir la pista de Jones es otra. La segunda gana.
Dándole la espalda a Lyam, que solo puede farfullar insultos inaudibles, cojo mi bolso y camino hacia Christopher Jones con una determinación impulsiva.
Él no me toca, simplemente me guía con un movimiento de su cabeza hacia una esquina del restaurante que nunca antes había notado. Ahí, camuflada en un panel de madera, hay una puerta que se desliza silen