Alexander
La mansión de los Blackwood es enorme, más de lo que uno podría imaginar. Cada rincón parece sacado de una película de época, con sus muebles antiguos, candelabros brillando como estrellas en el techo y esos ecos profundos que hacen que cada paso resuene demasiado.
Pero no me importa. Mi mente está completamente en otro lugar. Está en ella.
Sofía.
Es curioso cómo puede cambiar el aire cuando ella está cerca. En un lugar como este, donde todo parece frío y distante, Sofía tiene la capacidad de hacerlo todo cálido. Me sorprende cómo se mueve entre los invitados con esa calma, sin dejar que el ambiente elegante la intimide. Se ve perfecta, con ese vestido azul que le queda como un segundo piel. Y aunque su sonrisa es sutil, cada vez que me mira de reojo, siento que el mundo entero desaparece.
La mierda de la mansión, las miradas inquisidoras, los murmullos... todo se desvanece. Solo queda ella.
—No te preocupes, no los vas a desentonar. —Es lo único que le digo mientras me aseg