Leonardo la mira fijamente a los ojos, la está analizando, y al percibir lo que causa en ella sonríe malicioso, dejándola estupefacta. Sofía pasa saliva y su corazón acelerado la delata; no entiende cómo no puede dejar de mirar, luego de lo cruel y despreciable que es Leonardo. —Conmigo no te va a funcionar tu jueguito de seducción —dice, dándose la vuelta para marcharse. La hipnotización de Sofía culmina; reacciona y niega con la cabeza por haber sido tan tonta. Pero ¿cómo resistirse a un hombre como él? Si aún enojado se ve guapo, y esos tatuajes, los de su cuello, brazos y pecho... Ese hombre es arte, tallado por los mismos dioses, sin un defecto físico. Simplemente es guapo, y su presencia cautiva a toda mujer. —¡Señor Di Napoli! —lo menciona, acercándose a él, y este se detiene para mirarla—. Dém e mi móvil, por favor. —No lo haré. Te lo daré cuando sean las 7 de la noche. Ahora, a trabajar. Solo pierdes tiempo. —¡Eres insoportable! —Y me da igual. Si no me importa lo
—Tiempo sin verte, Di Napoli —sonríe ampliamente Conti, haciendo relucir el diamante que está en uno de sus dientes—. ¿Qué? ¿Me piensas matar? —pregunta al ver que todos los hombres de Leonardo lo apuntan sin dudar—. Solo vengo a la reunión de socios —mira a Lucifero con cierta burla y vuelve a fijar su mirada en Leonardo, quien tiene una firme postura y lo mira con ganas de matar y comer del muerto; ni siquiera parpadea. —¡Largo, maldito perro! ¡No tienes nada que hacer aquí! —¿Tan seguro estás? Al final, mis rutas están siendo las más seguras, ya que estás ante la mirada de la ley. Tu socio mayor, Richard, fue quien me llamó para asistir a esta reunión —Leo se tensa y siente su sangre hervir—. Después de todo, no eres el gran rey de la venganza. El imperio Di Napoli está cayendo y nosotros, los Conti, subiremos a la cima. No eres nadie, Di Napoli, y por eso la hermosa Francesca te dejó —Di Napoli no lo pensó ni dos veces; tiene una agilidad tan perfecta que tiene su arma apuntando
Sofía se sonroja hasta sus orejas. —Señor Cedric, por favor, no diga algo tan absurdo. Claramente, el señor es muy guapo, pero primero, él jamás se fijaría en mí, pues me odia, y segundo, yo he amado a un solo hombre en mi vida, solo que el día de mi cumpleaños me dio un gran regalo.—¿Puedo saber cuál?—Verlo teniendo sexo con una hermosa chica —lo comenta con desánimo.—Puedo decir con certeza que eso no era un amor verdadero.—Señor Cedric, ¿cómo puedes decir algo así? Claro que amo a Antonio y me duele. Según él, también me ama y fue solo un desliz, uno que me marcó para toda la vida.—Todos los seres humanos nos equivocamos, pues en este mundo no hay nadie perfecto. He conocido parejas que han sido infieles por debilidad y se perdonan, cambian, se aman más. Y no es que esté justificando la infidelidad, depende el momento en que se presenta y el porqué sucedió. Todos merecemos una segunda oportunidad.—¿Me estás diciendo que perdone a Antonio y que regrese con él?—Yo jamás te dir
El silencio reina en aquella habitacion, dos almas que piden a gritos entregarse por que, ninguno de los dos lo comprende, y Leonardo Di Napoli es un hombre frio cuando se lo propone, pero algo de Sofia le atrae, sin embargo, el que ella sea la novia de Rozzi le aumenta su deseo por hacerle pagar la burla de él.Mientras que Sofia siente que ama a Antonio aunque esta dolia, pero Leonardo la envuelve en segundos con su acercamiento, palabras pasadas de tono y esa mirada. Por mas que ella no quiere sentir lo que siente su cuerpo la traiciona. —Pare por favor…—suplica Sofia, pero es una suplica de no pares y él lo sabe, eso es jodidamente sensual para él —¿Qué quieres realmente?— Leo sube su mano para llegar a la entrepierna de Sofia, le gusta lo que esta tocando —Yo… no lo se— balbucea cerrando sus ojos y en ese momento él la detalla, le mira el rostro, es perfecto, sus cejas bien pobladas y definidas, sus largas pestañas que hacen juego perfecto con sus ojos, esos ojos que lo miran c
La señora Minerva le sonríe a Sofía, la cual está ansiosa por saber dónde conoció a su madre. —Fue una buena empleada, trabajó para mí, en una de mis propiedades. Era dedicada a su trabajo y nadie hacía mejor el trabajo del oficio que ella. Era muy pulida y le gustaba que todo quedara perfecto, incluso el piso reluciente —mientras le comenta, Minerva recuerda cómo la madre de Sofía limpiaba la casa—. Era amable y hablaba de ti con mucho amor y cariño. Ella me había mostrado una foto cuando eras pequeña y cuando te vi por primera vez pensé... la he visto antes. Luego sentí en mi corazón que debías ser tú y por eso te llamé. Al saber que te llamabas Sofía Mangano, recordé aún con mayor razón las palabras de tu madre. Sé que tú y yo iniciamos con el pie izquierdo, Sofía, pero no soy tu enemiga, soy tu mano amiga. Hubiera deseado hacer más por tu madre —pasa saliva y mira a Sofía llorar—. Tuve que viajar porque mi vida ha sido complicada, agitada; era poco el tiempo que tenía para hablar c
La chef fija su mirada en ella y la hace sentirse extraña. Su romance con Leonardo es casual, solo cuando él la llama para que cocine algo especial, y solo en esas ocasiones puede disfrutar de él, porque no la llama en otros momentos, no como ella quisiera, porque le encanta ese hombre, pero él solo la usa para tener sexo. —Chiaria—. La señora Minerva se contenta al verla con Sofía muy juntitas. —Abuela, mira las trenzas que me hizo Sofía—. Sofía la baja para que la niña vaya a donde su abuela y vuelve a mirar a la chef, que ordena a las de servicio organizar la mesa, y hasta Cedric se da cuenta. —Estás hermosa, mi niña. Sofía es buena contigo, ¿no? —Sí, abuelita—. La niña mira a Sofía con gratitud, y ella le regala una sonrisa. —Señora Minerva—. La chef le hace una mini reverencia—. Puede pasar a la mesa. Hoy el banquete es comida de mar. Espero que sea de su agrado—. Pero Minerva no le responde; está molesta con ella porque no sabía que se acostaba con su hijo. Todos pasan a la
—¡Cálmate, Lucifero! —le pide—. Solo estoy haciendo mi trabajo, son órdenes de mi jefe.—¿Qué clase de trabajo? —lo presiona más contra la pared.—La gordita debe dinero, una deuda que dejó su madre al morir. Yo le tengo que cobrar. Ya sabes cómo es este trabajo.—¿Deuda? Escucha muy bien, infeliz. Si no quieres que la ira del rey de la venganza caiga sobre ti y tu jefe, dejen en paz a Sofía Mangano.—¿¡Qué!? —se sorprende.—Es una maldita orden —lo agarra del cuello para intimidarlo más—. Sofía Mangano es la mujer del rey de la venganza, y si tu jefe miserable sigue molestando, te juro que de ustedes no quedará nada.—¡No lo sabíamos, Lucifero! —dice con preocupación—. Por favor, dígale al rey que esto no volverá a pasar.—Más te vale, porque donde te vea cerca de ella o rondando por aquí, te haré lo siguiente: cortaré cada dedo de tus manos, tu lengua, tus orejas... Te haré la peor tortura de tu vida miserable, y mi jefe acabará con la basura de imperio que tiene tu jefe. ¿Entendido
—Jefecito, le estoy hablando —Lucifero esboza una sonrisa maliciosa al ver a Leonardo pensativo—. —Por esa razón has perdido tu derecho al descanso de esta semana. Ni hay mujeres, ni hay jet, ni hay nada. —Amigo, no seas cruel. Me he portado bien, solo fue una mentira piadosa. —¡Me vale un carajo! Espero que Mangano no se entere de nada; luego se hace ilusiones —se tensa—. Le queda solo un día a Rizzo. Si no aparece con el dinero, mátalo. —No lo veo conveniente. Sofía al parecer lo quiere; es la niñera de tus hijos. Podrías darle más tiempo. —¡Sofía! ¡Sofía! —espetó con enojo—. ¡Me tienen harto con esa curvy! —Frunce el entrecejo—. No hallo el momento de que se largue, de que renuncie y no vuelva a verla. —No hemos conseguido pruebas que la culpen. Ella llegó a ti por casualidad. Se ve que ni mata una mosca. —¿Acaso no te has dado cuenta de cómo me desafía? Se cree dueña y señora. Eso no lo permito. —Te diré algo como amigo, y si quieres castigarme con un mes sin descanso, hazl