Sofía está sin palabras, claramente lo había pensado, pero deseaba pensar que no fuera lo que dicen de él. —¿Ahora que lo sabes te acobardas?— pregunta Leonardo, y ella pasa saliva, realmente sí está asustada, es una confesión bomba.
—Seguramente lo dices para atormentarme.
—Qué equivocada estás, Mangano. Por lo menos voy a la fija, y eso es lo que soy, y te aseguro que si alguien toca a mis hijos, les hace daño, los hago picadillo y los lanzo al mar, donde hay tiburones.
—Eres cruel…— Sofía está aterrada.
—Esto soy, asesino, uno que no tiene piedad, que no le importa ver a alguien sufrir o suplicar por su vida.
—¿Cómo puedes tener tanta maldad en tu corazón?
—Porque nací para esto, para esta vida estoy hecho.— asegura —Nadie me hará cambiar de opinión, ni siquiera mis hijos. Un pasado oscuro me persigue todos los días, un abandono me marcó y la traición la cobro con muerte.
—Yo…— ella tiembla, jamás ha oído tanta crueldad en una persona.
—¿Qué? ¿Vas a llorar? O más bie