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Sofía está sin palabras, claramente lo había pensado, pero deseaba pensar que no fuera lo que dicen de él. —¿Ahora que lo sabes te acobardas?— pregunta Leonardo, y ella pasa saliva, realmente sí está asustada, es una confesión bomba. —Seguramente lo dices para atormentarme. —Qué equivocada estás, Mangano. Por lo menos voy a la fija, y eso es lo que soy, y te aseguro que si alguien toca a mis hijos, les hace daño, los hago picadillo y los lanzo al mar, donde hay tiburones. —Eres cruel…— Sofía está aterrada. —Esto soy, asesino, uno que no tiene piedad, que no le importa ver a alguien sufrir o suplicar por su vida. —¿Cómo puedes tener tanta maldad en tu corazón? —Porque nací para esto, para esta vida estoy hecho.— asegura —Nadie me hará cambiar de opinión, ni siquiera mis hijos. Un pasado oscuro me persigue todos los días, un abandono me marcó y la traición la cobro con muerte. —Yo…— ella tiembla, jamás ha oído tanta crueldad en una persona. —¿Qué? ¿Vas a llorar? O más bie
—¡No pienso ir a ningún lado! —Sofía se niega a abrir la puerta—. Eso te pasa por convocar al diablo —espetó.—Deja el miedo, amiga. Él no te quiere matar, sino comer. Ve y abre, o si no, no podremos comer en paz. Algo importante tendrá que decirte como para haber venido hasta aquí.—Eres una cruel amiga —Sofía se coloca de pie.—Y así me amas —se burla sin dejarla de mirar, y Sofia rueda los ojos para luego dirigirse a la puerta—. Acomódate el short y las bubis, amiga.—¡Maggie, ya basta, por Dios! —niega con la cabeza y retoma aire.—Que se muera, se vuelva loco por ti al verte —ríe a carcajadas, y Sofía retoma aire. Al abrir la puerta, abre sus ojos de par en par.—Tú... —pasa saliva y observa lo mal que está, incluso las flores amarillas que trae.—Sofía, mi amor —susurra con tristeza. —he traido estas flores para ti —¿Quién es Sofía? —pregunta Maggie con curiosidad.—Amm... Espérame, saldré un momento —sale y cierra la puerta. Sabe que si Maggie lo ve, se arma la segunda guerra
Un beso que dejó a Sofía estupefacta, pero que removió todo su ser. Era como si el tiempo se hubiera detenido en ese instante y todos los recuerdos fueran como una bofetada. Recordar las veces que lloraba en abundancia cuando su madre falleció, allí estuvo él, consolando su corazón, pero no como ella lo necesitaba realmente. Los desplantes, la soledad, la poca prioridad y las veces que le hacía el amor, no la hacían sentir plena ni satisfecha. Pero lastimosamente, en los peores momentos, allí estuvo él. Ni siquiera fue capaz de apartarlo, ni siquiera le correspondió el beso. Sus labios se sentían fríos y su corazón palpitaba con fuerza, no por la emoción, sino eran latidos de gritos de dolor porque él la estaba lastimando aún más. Deja de besarla y la mira a los ojos, esperando una respuesta favorable, pero Sofía lo que hace es tomar distancia y mirarlo con dolor. Sin más, con el corazón afligido, abre la puerta.—Mi amor... —lo escucha decir, y ella niega con la cabeza, para luego in
—Un permiso —Sofía se da la vuelta para irse, y tanto Lucifer como Minerva no fueron capaces de hablar. Quedaron helados—. ¡Joder, qué día tan loco! —suelta un largo suspiro—. Espero que no sea lo que estoy pensando —susurra, y por estar distraída, su cabeza se estampa contra un fornido y desnudo pecho—. ¡Auch...! —cierra los ojos por segundos.—Sigues siendo una torpe —le dice Leonardo, y ella lo mira rápidamente—. Volviste a chocar conmigo en la misma posición —Sofía se coloca a pensar y lo recuerda, ese día que salió afanada huyendo de Antonio.—Señor Di Napoli —habla con firmeza—. Lo estaba buscando —no pudo evitar mirarlo. El hombre es sumamente deseable.—¿Tú buscándome? —sonríe malicioso—. No tengo tiempo —continúa caminando.—¿Qué? —ella lo mira con desdén, pero luego reacciona y lo sigue—. Espere, por favor. Esto es importante.—No me digas. Es sobre tu novio Rizzo. Seguramente ya te dijo que hoy es su día. Deberías ir a pasar un día agradable con él, porque luego no lo volve
—¡Señor Di Napoli!— dijo, colocándose de pie al ver su atrevimiento.—¿Te acobardas?— Leonardo retomó su compostura, prefirió no continuar.—No es acobardarme, pero su mentalidad es demasiado sucia— se alejó de él.—¿Cree que me afecta? A todas las mujeres les gusta, les encanta que yo sea así.—Pero yo no— lo fulminó con la mirada—. Le aseguro que no soy como esas mujeres a las que usted está acostumbrado. Si me arrodillé fue para ver hasta dónde iba a llegar usted.Eso fue un golpe fuerte para él, porque ella supo engañarlo con su mirada y palabras, por lo tanto sonrió lleno de amargura—. Pensé que eras tan ingenua como para pensar que algo iba a pasar entre tú y yo— volvió con su mal genio—. Ya te puedes retirar.—No, señor Di Napoli. Esto que le diré será con total honestidad: sea un poco más humano y déle más tiempo a Antonio.—Ni por ti ni por nadie cambio mi forma de pensar.—¡Huy, con usted es difícil hablar!— rodó los ojos y caminó hacia la puerta.—Tienes dos opciones, Sofía
—Señora Minerva, quiero esas pruebas, pero también quiero que me digas algo.—Adelante, querida.—Pensé que al principio defendías mi relación con Antonio, lo digo porque varias veces lo nombraste.—Lo hice para que Leonardo no se atreva a lastimarte, Sofía. Es mi hijo, pero desde que Francesca lo abandonó es cruel con las mujeres. No te fijes en él— le aconsejó.—Yo… le pido un permiso, no me siento bien.—Te haré llegar las pruebas en una hora. Cuida a mis nietos, iré a hablar con mi hijo.—Está en el área de gimnasio— le informó y se retiró, dejando a Minerva con la intriga.Sofía llega a la habitación de los niños, está pasmada con la información que le dio Minerva y de cierta forma le molesta que los demás sepan todo y ella siempre de última, como la tonta con la que juegan como si no tuviera sentimientos. Al llegar a la habitación de Michelle, está Cedric, organizando la cama.—Señor Cedric— lo mencionó y ingresó a la habitación.—El niño Michelle está en el baño, iré a desperta
Sofía Mangano está cumpliendo años, emocionada por su celebración, donde ella espera el regalo especial de su novio Antonio Rizzo, quien lo es todo para ella. Su madre falleció hace tiempo y a su padre nunca lo conoció, por eso ha refugiado su amor en él y es su mayor ilusión.Caminando de lado a lado, ya completamente mareada, su mejor amiga Maggie la persigue con la mirada, son mejores amigas desde que eran unas niñas de 7 años. —¿Puedes detenerte, por favor?— le suplica cansada.—Lo siento, Maggie— suelta un largo suspiro —Estoy preocupada por Antonio, no contesta mis llamadas. Se supone que me iba a confirmar la cena para celebrar… ya casi es la hora de mi entrevista de trabajo—. Muerde su labio inferior y Maggie se coloca de pie.—Te dije que nos fuéramos a un antro, pero eres terca, esperando a ese imbécil que no lo pasa ni con agua—Amiga, no seas mala, él me quiere, solo que… su forma de ser es fría—. Baja su mirada.—Vamos, querida, tú mereces más que una cena. Ni siquiera el
—¡Lo sabía!— Maggie está botando chispas de ira. —¡Sabía que ese maldito poco hombre te estaba engañando!— Agrega con enojo. —No me lo recuerdes, por favor… no me siento bien —Lo lamento… no quiero lastimarte más. Solo quiero asegurarme de que no regresaras con él—. Al percibir el silencio de Sofía, frena su auto en seco. —¿Piensas regresar con ese malnacido? —Yo… no me siento bien. Hablaremos de esto luego. Por ahora, llévame a mi entrevista de trabajo, por favor. Llegaré tarde—. Seca sus lágrimas, está muy dolida por la traición de su novio. Lo ama; lo ha sido todo para ella. —Bien, no diré nada más del asunto. Solo… prometeme que luego de tu entrevista nos iremos a beber, ¿bueno? Que esa mala racha no arruine tu día especial, por favor—. Continúa manejando. —No te aseguro nada. Lo único que deseo en este momento es no haber visto esa escena. No sabes cuánto duele, Maggie—. Sofía cubre sus ojos con ambas manos para llorar profundamente, y Maggie pasa saliva. Sabe que Sof