Lo observó por un segundo, desconfiada.
—Gabriel y sus misterios…
Le dio un beso fugaz y siguió hacia el dormitorio. Al entrar, encontró sobre la cama un vestido color vino, de satén brillante, cuidadosamente extendido. Una sonrisa discreta escapó de sus labios. Por más que intentara mantener el control, Gabriel siempre encontraba la forma de desarmarla —emocional y afectivamente—. Y ella… estaba empezando a disfrutarlo.
Mientras Ava se arreglaba, Gabriel fue a la cocina para ultimar los detalles de la cena. Las velas ya ardían suavemente, la luz del ambiente había sido cuidadosamente atenuada. El vino reposaba en las copas y una melodía instrumental de jazz envolvía el espacio con una elegancia discreta. Ajustó los cubiertos, reposicionó la flor en el centro de la mesa y dio un último vistazo a su alrededor.
Todo estaba perfecto.
Minutos después, Ava apareció en la sala. El vestido se ceñía a su cuerpo con una sensualidad sutil, discreta pero impactante. El cabello caía suelto sobre