Antes de marcharse con Celina, Thor se volvió hacia Zoe.
—Zoe… estuve pensando en algo. Deberías tomarte unos días de descanso. Venirte con nosotros a Estados Unidos, pasar un mes allá. Cambiar de aire podría hacerte bien.
Zoe sonrió, pero negó con la cabeza.
—Te lo agradezco mucho, Thor. Pero no puedo. Necesito trabajar… más que nunca, en realidad. El trabajo va a ayudarme a distraer la mente, y ahora tengo que resolver todo lo del divorcio también. No puedo huir de esto. Tengo que ser fuerte.
Thor asintió, respetando su decisión, aunque con una sombra de preocupación en la mirada. Celina abrazó a Zoe y le prometió que la llamaría todos los días. Zoe lloró, agradeciendo a su amiga por todo lo que había hecho, por cada sacrificio.
De regreso al ático, Celina miraba por la ventana del coche, pensativa. Thor tenía una mano en el volante y la otra sobre su rodilla, un gesto silencioso de cariño.
—No dejo de pensar en ellos —dijo ella de pronto—. En Zoe y Arthur… en todo lo que vivieron.