Ya había anochecido cuando Celina miró el reloj y se dio cuenta de que pasaban de las nueve. Seguía en el departamento de Doña María, brindándole todo su apoyo a su amiga. Zoe estaba emocionalmente destrozada, y Celina, siendo la amiga leal que siempre fue, decidió no dejarla sola ni un minuto.
Las dos estaban sentadas en el sofá de la sala, conversando en voz baja, cuando el celular de Celina sonó. Era Thor. Había pasado el día acompañando a Arthur, visitado la empresa y ahora venía a buscar a su esposa. Celina se despidió de Doña María con un abrazo afectuoso y apretó con suavidad la mano de Zoe.
—Cualquier cosa, llámame, ¿sí? —dijo Celina.
—Gracias por todo, amiga. De verdad —respondió Zoe con la voz temblorosa.
Minutos después, Celina subió al coche de Thor. Él la recibió con un beso tierno en la frente.
—¿Cómo está ella? —preguntó mientras conducía por la avenida iluminada.
—Derrumbada, pero fuerte. Ya conoces a Zoe, finge estar bien, pero por dentro… está hecha pedazos —suspiró