Después de una cena inolvidable, Thor y Celina regresaron a la lujosa suite. El ambiente estaba sereno y la luz suave lo hacía todo aún más acogedor. Thor miró discretamente el reloj y vio que faltaban apenas cinco minutos para la medianoche. Sabía que aquel momento debía ser perfecto.
Mientras Celina se acomodaba en la habitación, Thor cruzó la sala y arrastró una de las sillas del comedor, colocándola frente al enorme espejo que adornaba la pared. Celina, curiosa, lo observó desde lejos y preguntó:
—Amor, ¿qué estás haciendo?
Thor se acercó a ella con una sonrisa misteriosa y le tomó la mano con delicadeza.
—Ven conmigo, mi vida.
Celina obedeció, sonriendo e intrigada, mientras Thor la guiaba hasta la silla frente al espejo.
—Siéntate aquí y cierra los ojos, por favor. Y no vale abrirlos.
—Está bien, confío en ti —respondió Celina, cerrando los ojos con una expresión divertida.
Thor caminó hasta la maleta y sacó una cajita azul de terciopelo. Con cuidado, la abrió y tomó el juego de