Cuando ella se acomodó, él se quitó la camisa lentamente, con los ojos fijos en los de ella; después se despojó del resto de la ropa y entró. Se acercó, sentándose frente a ella.
El agua tibia los envolvía como un capullo y las estrellas en el cielo eran testigos silenciosos de aquella noche inolvidable.
El vapor creaba un ambiente íntimo y acogedor. Thor acariciaba su vientre, fascinado con cada movimiento sutil de los bebés.
—¿Tienes idea de cuánto me haces feliz? Verte así, con nuestros hijos creciendo dentro de ti, es la mejor sensación del mundo.
Celina sonrió y le tocó el rostro.
—Me siento completa a tu lado, Thor. Nunca imaginé que podría amar de esta manera.
Thor la atrajo con suavidad hacia su regazo y la besó, esta vez con una intensidad mayor; sus manos recorrían su espalda con firmeza y ternura, haciendo que Celina se sintiera deseada, adorada.
—Sabes que soy completamente adicto a ti, ¿verdad? —murmuró con la voz ronca cerca de su oído.
—Yo también soy adicta a ti, amor.