La noche en la cabaña había sido larga. Entre lágrimas, sonrisas y palabras que los liberaron de viejas cadenas, Celina y Thor pasaron horas conversando. Allí, frente al lago que parecía guardar secretos y devolver verdades, se permitieron desnudar el alma. Hablaron del pasado, de los errores y, sobre todo, del futuro que ambos querían construir juntos.
Sabían que la vida no les ofrecería un camino de rosas. Eran conscientes de que llegarían días difíciles, desacuerdos y desafíos. Pero también estaban seguros de que el amor, el respeto y el diálogo serían sus pilares. Y eso, para ellos, bastaba para empezar de nuevo.
A la mañana siguiente, la cabaña seguía envuelta en la bruma fría del invierno. Los primeros rayos de sol atravesaban tímidamente las cortinas claras, dibujando franjas doradas sobre la sábana blanca. Celina aún dormía profundamente, envuelta en mantas, con una leve sonrisa en los labios, como si el sueño fuera la extensión natural de la noche feliz que habían compartido.