Thor y Celina salieron del hospital. La consulta había sido tranquila: ella y los bebés estaban bien, los puntos ya habían sido retirados. Thor conducía con una mano en el volante y la otra aferrada a la de Celina, como si ese simple contacto fuera el ancla que lo mantenía conectado a la realidad y al futuro que estaban construyendo juntos.
Celina, contemplando el movimiento de las calles de Nueva York por la ventana, decidió tocar un tema delicado. Sabía que tenía que ser ahora, que Thor necesitaba escucharlo con el corazón abierto.
—Thor, ¿puedo pedirte algo? —preguntó, apretando levemente sus dedos.
—Puedes pedirme lo que quieras, mi vida —respondió él, lanzándole una mirada rápida y apasionada.
—Quisiera que pensases en volver a acercarte a tu madre. —Sintió cómo la mano de Thor se endurecía ligeramente. Él respiró hondo, visiblemente incómodo.
—Celina, ese tema…
—Espera, escúchame. Cuando Angélica vino a pedirme que me alejara de ti, lo hizo creyendo que te protegía, que era lo c