Desde la barra, Celina observaba a lo lejos, sonriendo ante la química entre los dos. Pero sentía el peso de la noche posarse sobre sus hombros. Terminó su agua con gas y caminó hacia ellos.
—Zoe… creo que me voy. Me estoy cansando —dijo, tocando suavemente el brazo de la amiga.
Zoe miró a Arthur y luego a Celina, captando el mensaje. Por más que quisiera quedarse un rato más, sabía que su amiga la necesitaba.
—Claro, vámonos.
Arthur intervino con gentileza:
—Si quieren, puedo llevarlas.
—Gracias, Arthur, pero vamos en Uber —respondió Zoe, con una sonrisa ligera al rechazar.
Arthur asintió, mirándola con esa expresión que decía “esto no termina aquí”.
—Entonces, de acuerdo. Fue un placer conocerte, Zoe. De verdad.
—El placer fue mío —replicó ella—. Cuida bien mi número.
—Descuida —dijo él, rozándole la mano antes de dejarlas ir.
Las dos fueron a despedirse del cumpleañero. Zoe lo abrazó con fuerza; Celina fue más discreta, pero amable.
Al salir de la discoteca, pidieron un Uber. Zoe e