Thor puso el vaso de whisky con fuerza sobre la mesa de la sala, el sonido seco resonando en el ambiente silencioso de la azotea. Luego, cerró la botella con brusquedad, pero su inquietud no cesó. Tomó nuevamente el vaso, ahora por la mitad, y caminó hasta la enorme ventana de vidrio que ocupaba toda la pared. Del otro lado, el mar del Golfo se extendía tranquilo bajo el cielo de la tarde, contrastando violentamente con el caos que se instalaba dentro de él.
Llevó el vaso a los labios y tomó otro sorbo, sintiendo el líquido arder por la garganta. No estaba sabiendo lidiar con aquello. Con ella. Con los sentimientos que Celina despertaba. Era como si ella lo desestructurara por dentro, derribando cada una de las murallas que él construyó con tanto empeño. Y odiaba eso. Odiaba estar fuera de control.
Pensaba en ella en el cuarto de al lado, y eso lo ponía aún más furioso. Apretó la mandíbula y cerró los ojos con fuerza, como si pudiera borrar esa imagen de la mente.
—Mierda... —murmur