Kate tenía que admitir que sus ánimos estaban por el suelo, nunca pensó que le tocaría pasar por una situación así. Había tenido que ver a su esposo a través de los barrotes. Ambos intentaron ser fuertes los primeros días, pero aquello los superó; la primera visita después de la sentencia no hicieron más que llorar. Era difícil verlo rodeado de delincuentes mientras sus hijos lo esperaban en casa. Ellos no paraban de llorar por su papá y las noches tranquilas habían quedado atrás, pues era una guerra constante, lograr que se durmieran sin la presencia de su padre; estaban algo rebeldes, no deseaban que nadie los bañara antes de ir a la cama y ni hablar de leerles sus cuentos favoritos. Ni ella había podido tocarlos, ellos consideraban que eso era una falta de respeto hacia su padre, algo que Matteo hacía todos los días. Kate juraba que no aguantaba más; había llorado más veces de las que podía recordar y aunque su madre intentaba consolarla y darle fuerzas, la verdad es que no ayudaba