Un fuerte dolor de vientre me obligó a levantarme de la cama. Desde que empezó esta etapa caótica, y un poco depresiva, no me ha venido la menstruación. Nunca he sido muy regular, así que no lo tomé como algo importante; sin embargo, el dolor era tan fuerte que supe que algo no estaba bien.
Ana me había insistido para acudir al médico, pero el trabajo me ha absorbido de tal manera que no tengo tiempo para nada. Si algo lamento en estos momentos es no tener con quién compartir este aspecto de mi vida. Después del engaño, es obvio que ya no sueño con tener otra pareja. Todos mis sueños de ser mimada y consentida murieron.
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Me doy una ducha rápida y me coloco algo cómodo para ir a la clínica. Al llegar explico lo que me sucede; me hacen pasar a un cubículo y me toman los signos vitales mientras me interrogan sobre todo lo que he hecho estos días. Les comento mis sospechas, basadas en el estrés. Ellos me dicen que tengo que esperar a que venga el médico a examinarme. Me quedo en