Como todo hombre inteligente a las seis de la tarde, estaba Gloria tocando a mi puerta, que Luis me esperaba para ir a cenar a casa de sus padres, bajé las escaleras, estaba un poco melancólica y sensible ese día, Luis con traje entero, iba llegando de no sé dónde, me imagino que de trabajar o de estar con alguna chica por ahí, sinceramente me tenía sin cuidado, pero debía dar a su padre la imagen de hombre de familia y fiel.
Caminamos a casa de los padres de Luis, estaba dentro de la misma propiedad, una casa gigante a la que en mi vida había entrado, me llamó la atención que el diseño de la casa era muy similar a la casa que mi padre le había obsequiado a don Orlando, el padre de Pablo, para que él se la regalara a su hijo, era posible que esta casa también la hubiese construido mi padre y que era parte de lo que Raúl les había robado, entré en silencio, saludé a doña Hilda, se veía mejor de salud.
-Mi niña, que gusto verte, estas hermosa, ven, dame un abrazo.
Ella siempre con su amable sonrisa, no entendía porque si Raúl era un maldito, no se había divorciado o la había dejado sola, había algo que estaba mal en toda esta historia, algún día cuando estuviera a solas con doña Hilda se lo preguntaría, esta señora me ha sorprendido con la historia de la madre de Luis, así que debía de haber algo más y aquel día no pudimos seguir hablando por la intromisión de Kisha.
-Hola mis hijos, como están, sean bienvenidos a mi casa, es hermosa verdad Melina, me preguntó Raúl, mira la arquitectura, esta casa me la obsequió tu padre antes de morir, por eso quería que viviéramos aquí y no en la otra casa.
Ya me esperaba esas palabras, de verdad don Raúl, me imagino el cariño que le tenía mi padre, él siempre hablaba maravillas de usted según recuerdo, le dije tratando de sonar lo más natural posible, con una sonrisa.
-Pues sí, siempre fuimos como hermanos, bueno, pasemos a la mesa, que esta reunión es para algo muy importante, sobre todo para ti Melina.
Nos sentamos a la mesa, Kisha comenzó a servir la cena, en qué momento Kisha trabajaba en esta casa, no lo sabía, algo estaba pasando, me senté, cené un corte de carne delicioso, la verdad después de haber estado en el médico ese día y tomar las pastillas que me recetó, ya no me daban nauseas, podía comer de todo.
-Bueno Melina, quiero que sepas que mandé a traer tu título de arquitecto, para que trabajes en el país, ya todo está listo para que comiences donde quieras, no creo que quieras volver al país después de lo que pasó, allá todos te culpan de la muerte de Pablo, así que me tomé la libertad de mandarte a traer todo lo que pudieses necesitar aquí para que trabajes, no vas a vivir mantenida toda la vida, así seas la mujer de Luis debes de trabajar, aquí todos pagamos lo que nos comemos y gastamos.
Tomé un sorbo de agua, aquellas palabras habían calado en lo más profundo de mi ser, porque era cierto lo que yo pensaba, hasta mis amigas me culparían seguramente de la muerte de Pablo.
-Claro que sí don Raúl, eso le decía yo a Luis en la mañana, que quería mi título para comenzar a ganarme lo que me como, le dije muy despectivamente.
Pasamos a una sala gigante, tenía como una hora de haber terminado la cena y Raúl tomando tragos sin parar cuando se volvió hacía Luis de manera casi amenazante y le dijo;
-Y tu maricón, que no sirves ni para engendrar un hijo, cuando será el día en que vas a servir para algo y me darás un nieto, o que crees que yo seré eterno, maldita sea Luis, no puede ser que ni para eso sirvas, maldita sea con la m****a de hijo que me tocó, espero que en la oficina estás haciendo las cosas bien al menos.
-Si papá, en la oficina todo camina a la perfección, he pasado muy ocupado, no tengo tiempo para nada más.
Raúl se levantó de donde estaba, caminó hacia Luis y le dio un fuerte golpe haciéndolo sangrar de su nariz.
-¡Maldita sea, no te dije que lo más importante aquí es mi nieto! El trabajo puede esperar, para eso tengo personas más competentes que tu para que hagan lo que les pido, te aseguro que si uno de mis empleados, cualquiera que elija al dedillo le hubiese dicho que quiero un nieto, ya me lo habría dado, pero tú, no sirves ni para eso y le daba más golpes por la cara.
-¡Suficiente papá! Dijo Luis de manera sorpresiva, Melina tiene un mes de embarazo, de hecho, hoy estábamos en el médico para confirmarlo, ya déjame en paz, ahí tienes a tu nieto, no quiero que me vuelvas a tocar en la vida, me tienes cansado, vámonos Melina, aquí no somos bien recibidos.
El idiota de Raúl, de inmediato dejó de golpear a Luis y lo abrazó, aquello se había convertido en risas por parte de él, Luis lo miraba con mucho odio, doña Hilda, la pobre no entendía que estaba sucediendo y yo, asombrada mirando a Luis.
- No puede ser, Melina, me darás un nieto, como estarían Frank y Aida de felices igual que yo de saber que vendrá un niño con mi sangre, dijo Raúl mirando a Hilda, recalcándole que ese niño no tenía su sangre, por no ser la madre biológica de Luis, Raúl era un maldito y no dejaba de expresarlo ni un momento.
Nos despedimos casi de manera inmediata, íbamos camino a la casa en un silencio total, Luis con su cara hinchada por los golpes que Raúl le dio.
-Gracias Luis, me has salvado y también a mi hijo, de verdad te lo agradezco mucho, ahora todo gira alrededor de él.
-Estas consiente que no lo hice ni por ti ni por ese niño, no me interesan ninguno de los dos, lo hice para que el viejo dejara de golpearme, estoy cansado, nos vemos mañana, dijo Luis entrando a la casa.
Así pasaron los meses, ya mi pancita iba creciendo, tenía cuatro meses de embarazo, pero para el resto del mundo, solamente tenía tres meses, a Luis no lo veía, solamente cuando Raúl nos invitaba a cenar, o algunas veces que se daba la vuelta por la casa a ver cómo estaban las cosas.
Raúl entraba a la casa como si fuese él quien vivía ahí, era terrible su presencia en la casa.
Ese día Raúl prácticamente obligó a Luis a acompañarme al médico, me dirían cual sería el sexo de mi bebé, no había ido a hacerme exámenes desde que fui al hospital y como todo marchaba bien, me tomaba mis pastillas y comía saludable, esa era la recomendación del médico, mismas que yo seguía al pie de la letra.
Como le iba a dar a Raúl un nieto, podía gastar a manos llenas, me dio una tarjeta con varios millones de dólares, un auto y hasta un celular, mi vida había vuelto a ser la misma de antes de conocer a Pablo, pero ahora con un hijo del amor de mi vida y con un dolor que como dijo Gloria, no se va, pero se aprende a sobrellevarlo.