En ese momento, un hombre alto, con un cuerpo atlético se levantó del sofá y le dijo, pues te han mentido tus hombres de confianza Raúl porque aquí estoy y no permitiré que le vuelvas a poner una mano sobre Melina y mucho menos sobre mis hijos, aquí el único que está loco eres tu, venir después de que tienes una orden internacional para arrestarte, tu hijo que esta camino al país para pagar por todas las porquería que ha hecho y a ti, no te tocará una mejor suerte, has perdido todo, tu familia, tu prestigio, tus empresas y sobre todo, lo que mas te importa en el mundo, tu dinero, ese dinero que le robaste a Frank y a Aida, que eran personas de bien que te ayudaron y confiaron en ti, pegaras por todo Raúl, yo me encargaré de eso.
En ese momento Raúl sacó un arma y disparó, gracias a la acción rápida de Cris, la bala solamente rozó mi brazo, los hombres que acompañaban a Raúl, se limitaron a tirar sus armas y no poner resistencia alguna a la policía, ya todo había vuelto a la normalidad, sin Raúl y Luis en nuestras vidas, podríamos ser felices.
Cuando llevaban a Raúl hacia afuera, una mujer algo tomada entró a la oficina, no se sabe cómo pero burló el anillo de seguridad que había, uno de los oficiales la creyó indefensa y la dejó pasar, total, ya había pasado el peligro, ya tenían a Raúl detenido, que más podría pasar, ella entró con un arma y disparó impactándome en mi estómago, era un dolor bastante agudo, había mucha sangre en el piso de la oficina y en todo mi cuerpo, por un momento sentí mucho frío y me desplomé al suelo perdiendo el conocimiento.
-Que acabas de hacer Manuela, estás loca gritó Pablo con desesperación.
Ahí mismo los oficiales detuvieron a Manuela, quien no estaba borracha, simplemente fue una patraña para poder entrar y disparar.
-Meli por favor, no me dejes, vamos a estar bien, nuestros niños te esperan en casa, vamos amor, todo estará bien.
Mientras iba en una ambulancia, todos los autos de nuestros amigos nos seguían hacia el hospital de Pablo, él solo entró y pidió un quirófano, nadie se negó, ya había corrido la noticia de que Pablo Taylor estaba vivo y que estaba en Bali, los cirujanos lo reconocieron de inmediato y se limitaron a hacer lo que Pablo ordenaba.
Después de dos horas, ya estaba fuera de peligro, gracias a Pablo nuevamente, que siempre estaba en momentos como estos salvándome la vida.
Varias horas más tarde, cuando desperté de la anestesia, volví a ver una habitación gigante, con una pantalla de televisión bastante grande, unas persianas en tonos café, bastante sofisticado el lugar.
Al mirar del otro lado, ahí estaba Pablo, mirándome como siempre, con aquellos ojazos hermosos llenos de amor para mi.
-“Mi princesa, ya deja de darme estos sustos, tuve que correr a quirófano contigo otra vez, “por cierto el ramo de rosas es mío” dijo guiñándome un ojo, al mirar al otro lado, había un ramo de rosas amarillas con una rosa roja y un globo gigante que decía “amor de mi vida, te amo”
Así pasó una semana, yo en el hospital, Rosa y Antonella llevaban mis hijos todos los días, Pablo que había establecido en el hospital a trabajar, para estar pendiente de mi a diario, ya había establecido que ese hospital de primer mundo, se encargaría de dar asistencia gratuita a los habitantes de calle.
Al salir del hospital, fuimos a casa de inmediato, saldríamos para Inglaterra dos días después cuando se me permitiera volar por lo de mi cirugía,, esta vez no sería en un vuelo comercial, con un boleto a nombre de otra persona, asustada, embarazada y huyendo, sería con mi familia, en un jet privado de Pablo, feliz con algo de dolor en mi estomago pero bien, Rosa nos acompañaba para ayudarnos con los niños, ya que en mi estado, no podía ni alzarlos, era terrible ver que me extendían los brazos y yo poder alzar a mis niños gracias a la loca de Manuela.
Al aterrizar, ya había una limusina esperándonos en el aeropuerto, los niños miraban todo era algo nuevo para ellos, un vuelo, otro país, todo era diferente para ellos.
El colega de Pablo, el doctor Meza, quien había visto a Hilda y recomendado al notario, nos estaba esperando en la notaría, cuando nos vio, nos saludó muy amablemente, me dio un sobre sellado a mí y otro a Pablo y nos presentó al notario, el doctor Meza parecía ser un hombre humilde, bastante amable.
El notario Urban nos invitó a pasar a Pablo y a mi a su oficina.
-Bien señores, estamos aquí para leer el testamento de la señora Hilda Stell, ella a querido que sea hoy la lectura por una simple razón, hoy era su cumpleaños.
El notario leyó todo el testamento, Hilda me había dejado absolutamente todo lo que poseía, jamás imaginé que fuera una mujer tan adinerada, una empresa gigantesca, muchas propiedades a nivel mundial, una caja de seguridad en uno de los bancos de Pablo y varios cientos de millones en cuentas.
-Por Dios señor notario, es demasiado, la señora Hilda siempre fue buena conmigo, ella era muy diferente a toda su familia, lamento tanto por lo que tuvo que pasar, pero yo no pude hacer mas, tuve que dejarla.
-Lo sé, ella me hablaba mucho de usted, en el tiempo que estuvo en el hospital, la aprendí a conocer, a pesar de la diferencia de edad entre nosotros,, entablamos una muy buena relación de amistad, ella bromeaba y reía cuando estaba conmigo, me decía que ella habría dado lo que fuera por tener un hijo como yo, que mujer tan amable y de buenos sentimientos.
-Si señor, así era doña Hilda, una mujer como pocas que sufrió en silencio por miedo.
Al salir de la oficina del notario, fuimos al banco para ordenar un poco lo del fideicomiso, debía retirarlo, era mucho dinero, piedras preciosas y joyas, el dinero lo había dejado mi padre para que pudiera hacer con él lo que quisiera, las joyas las había dejado mi madre igual para lo que quisiera, ella siempre decía que las piedras preciosas algún día serían mías, si bien Raúl se había robado una cantidad considerable, mi madre me había dejado una cantidad similar.
Ya no era la Melina pobre, la que entró a la universidad becada por la organización no gubernamental que mis padres habían dejado para los estudiantes de arquitectura, quien lo diría que sin saber mis padres habían pagado mi carrera universitaria por medio de becas, estaba tan realizada profesionalmente como en mi vida personal, que ya nada podría hacerme daño, me sentía protegida y realmente feliz.
Fuimos a un apartamento que Pablo tenía en Inglaterra, pedimos algo de almorzar, ya no teníamos más que hacer, estábamos agotados y hasta el día siguiente iríamos abrir la caja de seguridad que Hilda me dejó en su testamento.
Mientras Rosa dormía a los niños en la otra habitación, fui me duché y me senté sobre la cama a abrir el sobre que Hilda me dejó con el médico.