Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl sonido del motor anunció su regreso. Lissandro estacionó frente a la mansión, descendiendo con paso firme, un maletín en la mano que contenía su traje recién elegido. El aire nocturno estaba impregnado de azahares y de una tensión invisible.
En el umbral lo esperaba Leandro, impecable como siempre, con la ceja arqueada y esa sonrisa que nunca terminaba de ser amable. A su lado, Anna bajó lentamente las escaleras. Sus ojos se clavaron en el suelo, como si el mármol pudiera tragarla y esconder la culpa que la devoraba desde la noche anterior y desde el callejón.
—¿Dónde andabas, hermano? —preguntó Leandro con voz suave, aunque en su mirada brillaba la sospecha—. No es prudente que andes por ahí con tu mente en blanco.







