Mundo ficciónIniciar sesiónLa puerta del departamento se cerró con un suave clic, apenas audible, pero suficiente para que Anna, desde la sala, se girara al instante.
Lisandro cruzó el umbral sin decir palabra. La corbata floja, la mirada encendida. En sus ojos no había rabia, ni tristeza. Solo una urgencia silenciosa que ella reconocía bien.
—¿Estás bien? —preguntó Anna, con dulzura, al acercarse.
Él no respondió con palabras. La tomó de la cintura y la atrajo hacia sí, besándola con fuerza, con necesidad, como si ese beso fuera su único ancla. Como si besarla le permitiera seguir respirando.
—¿Estás bien, amor? —repitió ella contra sus labios.
Lisandro apoyó la frente en la suya, los ojos cerrados.
—Sí, pequeña —susurró—. Solo necesito de ti. Ven conmigo.
No esperó







