El vapor aún llenaba el baño cuando Luz salió de la ducha.
Su cabello dorado goteaba sobre la toalla que cubría su cuerpo y el aroma a jabón y vainilla se mezclaba con el sonido juguetón de Zeus.
El bóxer de pelaje dorado mordía su juguete favorito —una pelota roja casi destruida— mientras movía la cola con entusiasmo.
—¡Zeus! Cuidado con eso, no rompas nada.
—Wof —respondió el perro, ignorándola con el descaro propio de quien se sabe amado.
Luz rió y caminó hacia la habitación para vestirse, cuando el timbre sonó con insistencia.
—¿Quién será ahora? —murmuró, ajustándose la toalla mientras iba a abrir.
Al hacerlo, se encontró con una gran caja blanca y un ramo de rosas rojas frente a la puerta.
Detrás, sonriendo como siempre, estaba Cristian.
—Hola, muñeca.
—Cristian… otra vez por acá. —Luz suspiró—. Voy a hablar con Arthur para que no te deje salir del edificio.
—Nah, no te preocupes —respondió él con su típica sonrisa insolente—. Mi hermano encontró entretenimiento, así que ahora m