El aire de la montaña se volvía más denso a cada kilómetro. El camino era apenas una línea de tierra húmeda entre árboles que parecían cerrarse sobre ellos. Lissandro manejaba con el rostro endurecido, el ceño fruncido y los nudillos blancos sobre el volante. A su lado, Joaquín revisaba la tablet una y otra vez por si la señal de anillo de Anna aparecía...
—Lissandro —dijo Joaquín, marcando la pantalla—, la razón por la que se pierde la señal es porque hay un campo electromagnético que bloquea cualquier señal de GPS. No es natural. Alguien instaló inhibidores  de señal en la zona.
—Maldita sea —gruñó Lissandro, golpeando el volante con fuerza—. ¡Despliéguense! Si ven algo, avisen por radio.
—Eso haremos —respondió Joaquín, ya listo para moverse.
Cristian y Arthur partieron juntos hacia la zona sur; Joaquín y Lissandro cubrirían la zona norte. Los hombres de Saúl se dirigieron al este y al oeste, para cubrir la mayor parte posible de la montaña.
Mientras tanto, en la cabaña, Anna esta