Mundo de ficçãoIniciar sessãoLa cena terminó entre comentarios triviales y alguna risa forzada. El tiramisú había sido un éxito, pero en la mesa no hubo juego posible. Leandro no era tonto; sus ojos recorrían cada gesto, cada palabra, cada mirada de su hermano. Anna apenas podía tragar, sintiendo el peso de la vigilancia.
Cuando finalmente se levantaron, Leandro anunció que debía hacer una llamada importante de negocios. Subió a su despacho con el teléfono en la mano, cerrando la puerta tras de sí. Luz, molesta y humillada, se excusó diciendo que tenía dolor de cabeza y se retiró a su habitación.
La casa quedó en silencio.
Anna llevó los platos a la cocina, intentando ignorar el latido frenético de su corazón. Apenas colocó la loza en el lavaplatos, sintió detrás de ella la sombra que reconocía mejor que su propio reflejo.
&m







